La educación superior está digitalmente muy por detrás de la mayoría de las industrias. Son tantos los desafíos que enfrentan las instituciones que la importancia de desarrollar y priorizar sus capacidades tecnológicas puede perderse.

La agenda del sector ya no pasa por destacar la necesidad de transformación digital o descubrir las oportunidades que la tecnología tiene para la sostenibilidad y crecimiento de las instituciones. Hoy la agenda está marcada en cómo hacer frente a los desafíos en una tormenta de prioridades que incluyen la disminución de las inscripciones, el aumento de los costos operativos y las expectativas cambiantes de la experiencia de aprendizaje.

Las instituciones a la cabeza en avance tecnológico tienen en común una visión articulada y han sido capaces de definir un roadmap que conecta las necesidades específicas con resultados y con el retorno de la inversión.

La transformación digital es un viaje largo. Pensar en grande y comenzar desde pasos pequeños puede reducir la resistencia al cambio, generar un impulso positivo y conducir a mejores resultados. Aquí algunos aprendizajes relevados en nuestra experiencia acompañando a instituciones del sector para evitar uno de los primeros retos que tiene el desafío de modernizarse, que es evitar la frustración tecnológica:

1- Tomar decisiones centralizadas.

A la hora de aplicar soluciones tecnológicas, la descentralización de decisiones puede retrasar los proyectos y crear bloques de sistemas difíciles de integrar en el futuro.

La transformación tecnológica de universidades, institutos técnicos y escuelas de negocios requiere de una visión compartida donde las áreas actúen centralizadamente, en esquemas colaborativos y con reglas de gobernanza claras que permitan dar celeridad, escalabilidad y coordinación a las acciones.

2- Identificar brechas de talento tecnológico.

En esta instancia resulta útil generar un mapa de fortalezas y debilidades tecnológicas de la institución y aplicar estrategias para capacitar y mejorar las habilidades internas.

Además, analizar qué áreas deben ser reforzadas con talento externo y abrirse a la participación de partners tecnológicos con experiencia en el sector que permitan acelerar la curva de aprendizaje.

3- Priorizar lo importante por sobre lo urgente.

En muchas ocasiones, las instituciones presentan dificultades a la hora de distinguir las inversiones para los problemas urgentes de las inversiones críticas destinadas a capacidades fundamentales que muestren resultados en el corto plazo.

Es importante reordenar los ejes centrales de gestión y trasladarlos a objetivos estratégicos que permitan mirar el panorama a largo plazo, más allá de lo inmediato.

4- Abrirse a la posibilidad del cambio.

Uno de los grandes problemas que enfrenta la tecnología es la gestión del cambio. En todos los casos, la transformación tecnológica produce un impacto directo dentro las instituciones, en los procesos y en las personas; aristas que deben ser consideradas a la hora de iniciar este viaje.

Para disminuir las barreras culturales que pueden emerger ante un cambio tecnológico, es fundamental informar y promover desde el liderazgo los beneficios de la madurez digital.

5- Ampliar la visión sobre el valor institucional y el retorno sobre la inversión (ROI).

Ante las restricciones presupuestarias que pueden ocurrir dentro de la realidad de cualquier institución, es importante calcular el retorno de la inversión tecnológica contemplando que este tipo de transformaciones son integrales. Esto quiere decir que incluyen variables que deben ser cuantificadas, como el ahorro de tiempo y dinero a través de la automatización, la mejor experiencia de aprendizaje, el mayor enrollment de estudiantes y mayores cifras de retención y graduación.


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